Por: Equipo de Investigación HubBOG
La principal barrera para innovar ya no es el acceso a recursos o conocimiento. Es la forma en que pensamos. Y en especial, lo que nos negamos a dejar de pensar.
El crecimiento exponencial de herramientas como la inteligencia artificial generativa ha trastocado paradigmas que durante décadas definieron cómo se emprendía, se gestionaban negocios o se tomaban decisiones estratégicas. Pero a pesar de tener al alcance tecnología más potente que nunca, muchos empresarios siguen enfrentando un problema silencioso: su resistencia al cambio cognitivo. Y en ese punto, aparece un concepto clave para el líder contemporáneo: desaprender.
Desaprender no es olvidar. Es un proceso consciente de reconocer que aquello que funcionó en el pasado puede estar obsoleto hoy. Es aceptar que nuestras certezas —aunque hayan dado frutos— pueden volverse lastres si se convierten en dogmas. Es identificar qué hábitos, enfoques o supuestos ya no nos sirven y abrir espacio para nuevas formas de pensar y actuar.
Desde una perspectiva más profunda, desaprender implica neuroplasticidad aplicada a la estrategia empresarial. Significa moldear nuevas conexiones cerebrales que nos permitan navegar entornos cambiantes con mayor agilidad. Es un ejercicio de humildad cognitiva: aceptar que no lo sabemos todo, que la forma en que aprendimos a liderar o innovar ya no es suficiente, y que las respuestas del mañana no vendrán de nuestras verdades del ayer.
En entornos corporativos tradicionales, se valora al líder seguro, el que “sabe lo que hace”. Sin embargo, en contextos de disrupción acelerada, esa seguridad mal entendida puede derivar en terquedad estratégica. Muchos empresarios confunden perseverancia con rigidez. Persisten en modelos que fueron exitosos, pero que hoy muestran señales de desgaste. Se aferran a lo conocido porque cambió el juego, pero no sus reglas mentales.
Esto no significa descartar la experiencia. Significa actualizarla. Los negocios más exitosos del presente han nacido —o renacido— cuando sus líderes aceptaron que debían replantear desde cero cómo crear valor. Lo que ayer se consideraba buena gestión, hoy puede ser ineficiencia. Lo que antes era una ventaja competitiva, hoy puede ser irrelevante.
La innovación no nace en una hoja de Excel. Nace en la capacidad de percibir lo que otros ignoran y tener el coraje de actuar distinto. El nuevo liderazgo exige apertura mental, pensamiento crítico y valentía para soltar el pasado.
Estamos en una era de abundancia: de datos, herramientas, acceso a mercados. Pero solo quienes desarrollen humildad cerebral podrán aprovecharla. El empresario del futuro no será el que más sepa, sino el que más rápido sea capaz de reaprender.
Si queremos liderar la transformación, primero tenemos que transformarnos. Y el primer paso es este: desaprender lo que nos trajo hasta aquí, para aprender lo que nos llevará más allá.
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